Nada huele mejor que lo nuevo. Y mucho más si se habla de la casa propia, el departamento propio.
Aún así, una casa nueva, se dice, es una inversión que se deprecia pronto, una propiedad es nueva una sola vez.
Por lo tanto, la novedad, no es un ítem tan importante, y la realidad es que en actual momento es una de las mejores inversiones, ya que con el beneficio de la inusual baja en los precios de materiales, mantiene la construcción de edificios a precios razonables.
El problema es que la misma situación genera cierta desconfianza en los modos de entrega. El tiempo, no es una variable a tener en cuenta, con las reglas económicas cambiando en el día a día, prometer tiempo es un riesgo.
Hay una suposición que el exceso de liquidez en la plaza debido a las restricciones en la compra de dólares, se puede absorber desde las empresas desarrolladoras.
De hecho, hasta el mismo gobierno ha comenzado a emitir mensajes al respecto, pensando propuestas que tienen que ver con la vivienda.
Sin embargo el sector de la construcción tiene demasiados eslabones, si por una parte se contara con el capital, por el otro, materiales de origen extranjero, cuando hay restricciones para la importación, lo que hace que no se pueda asegurar un tiempo de entrega.
Sólo por señalar problemas superficiales, luego hay que pensar en los trámites, permisos, avales, etc.
Cualquiera sea la decisión, comprar o invertir en una propiedad nueva, tiene más sentido cuando se piensa en ocuparla, llenar sus espacios, habitarla, porque es el momento de amoldarla a gusto del consumidor.
Volviendo a la idea inicial, las propiedades nuevas no se deprecian, no pierden su valor y en más de un aspecto es una inversión que se mantiene o aumenta con el tiempo.
Más allá se eso, estrenar una casa es un placer que al menos una vez en la vida hay que disfrutar.